miércoles, 11 de mayo de 2011

Cambios

Efectivamente, cambios, muchos cambios en el último año.

 Ahora dormía tan sólo unas horas por la noche, intermitentes, sueños interrumpidos. Ahora era en otra mujer en la que pensaba continuamente, compartía con dos féminas las ganas de vivir. Ahora había vuelto a ver un pediatra después de 15 años y tenía que llevar una sillita en el asiento trasero del coche. La odisea de cambiar un pañal se había convertido en la actividad más rutinaria. Ahora alguien dependía totalmente de él, y estaba dispuesto a dar la vida para satisfacerla.

Habían pasado ya dos meses del nacimiento de la pequeña Lola, dos meses de no parar. Nunca pensó que algo tan pequeño pudiera dar tanto trabajo, pero valía la pena, con tan solo ver como se iban despertando sus sentidos, como iba creciendo. La pequeña, el trabajo, atender a Sara, madre y la otra mitad de su vida... lo tenían agotado, parecía no haberse sentado en un año, y ahora parecía que las cosas volvían a la normalidad, volvía a sentir una necesidad, que había dejada aparcada durante los últimos 4 meses.

Lola se había dormido pronto, y aún quedaba algo de tiempo para que empezara a llorar por su próxima toma.  La dejó acostada en su cuna y la arropó con delicadeza mientras Sara se acomodaba en la cama y empezaba a leer. Se desnudó para ponerse el pijama, pero al levantar la vista vio a su mujer, y dejó lo de vestirse para más tarde.

Estaba nervioso, parecía como si hubiera vuelto a su primera vez, como si fuera un novato. Se metió en la cama y la besó en la oreja, ella sonrío y lo miró con dulzura, devolviéndole el gesto, apretando los labios contra los suyos. Él le beso en los ojos, mientras le iba sacando el camisón, mientras la iba desnudando. Es cierto que no era la misma, sus carnes no eran tan tersas y firmes como cuando tenía 20 años, y además se apreciaba que durante 9 meses su vientre había tenido un tamaño no propio de su complexión.  En su cara comenzaban a dibujarse surcos y las ojeras bajo sus ojos eran cada vez más comunes.

Pero había más belleza de la que nunca había tenido. Su mirada seguía describiendo lo intenso de su ser, la pasión de su sexo. Aquel vientre, ya no tan firme, tenía el encanto de haber albergado una vida, de haber criado un ser resultante de su unión, sus pechos anteriormente suaves y firmes, estaban ahora hinchados y marcados por la succión, pero rebosaban de alimento, daban vida, rebosaban vida. Las ojeras demostraban lo que se desvivía por ella, y aún sus ojos demostraban que le quedaba energía para desvivirse por él.
Quiso reconocer aquel nuevo cuerpo y lo recorría con caricias y besos que eran correspondidos. 

Palpó su vientre y por fin su entrepierna, la humedad de aquel paraíso lo encendió. Puede que ya no lo hicieran con la misma fogosidad que hace unos años, con la misma intensidad, pero conservaban la pasión, conservaban las ganas de hacer disfrutar y ahora mejor que nunca se conocían, sabían qué hacía enloquecer al otro y cuando tenían que hacerlo para proporcionar el máximo placer. 

Tras unas embestidas, ambos se fundieron en un grito ahogado, alcanzando simultáneamente el clímax, a pesar de que su rendimiento se había visto afectado por el tiempo de celibato.

Sobre ella, jadeando, supo que aquellos cambios, no hacían más que mejorar lo que tenía ante sus ojos. Una persona con la que compartir su vida, con la que compartir la vida de su pequeña. Pero ese pensamiento se vio interrumpido por un llanto, un llanto hambriento.

Con una sonrisa en la cara, Sara se levantó, recogió a la pequeña de entre las sábanas y se sentó en una butaca próxima de la cuna. Lola pareció encontrar el pezón sin ninguna ayuda y empezó a comer frenéticamente, mientras su madre se mecía adelanta y atrás. Él creía que a partir de un par de semanas dejaría de despertarse para ver aquel espectáculo, pero en todas y cada una de esas tomas nocturnas había abierto los ojos, para quedar embelesado, observando las dos mitades de su vida. Pero esta vez, el cansancio, el estar tan relajado y respirar la paz que le proporcionaba aquella situación hicieron que se sumiera en uno de los más placenteros y dulces sueños de su vida bajo la atenta mirada llena de amor de su esposa.