Tan sólo eso hubiera sido la mar de romántico, pero detrás de todos esos pensamientos, estaban las imágenes de sus cuerpos desnudos, sudorosos, de esos gemidos ahogados. Aún no sabían si eran medias naranjas, pero si sabían lo que eran capaces de hacer, y eso bastaba para que se repitiera.
Al final no hizo falta oscuridad, para morder la manzana.
Desconocidos I: