miércoles, 21 de marzo de 2012

¿A qué saben tus labios?


A gritar todo lo que tienes guardado ante un mar azul en calma, donde el horizonte se confunde con el cielo. Gritar hasta desgañitarte la garganta, vaciar de represalias el corazón, quedarte a gusto y acabar con una sonrisa de satisfacción

A lo que viene tras una noche de frío, en la que por mucho guante de lana se te hielan los dedos, en la que por mucho abrigo los huesos se te quiebran. Esas noches en las que la nariz desaparece y en las que solo se te ven los ojos. Esas noches, tras las cuales el vapor de la ducha impide los reflejos, en las que las mantas son el mejor invento del mundo y el calor humano es una divina bendición. 

A el primer día de playa, después de un curso agotador, cuando te tiras en la arena con la sensación de que puedes hacer el vago sin sentirte culpable. El sol calienta, y en cada gota de sudor se evapora poco a poco el estrés acumulado. 

A sexo de buenos días un domingo por la mañana, cuando recién despiertos decidimos terminar de deshacer la cama. Cuando el desayuno sí que sirve para reponer fuerzas, cuando las duchas, recién levantados, sí que están justificadas. 

A todo eso y mucho más.