martes, 14 de diciembre de 2010

Desconocidos

La verdad es que el piso tenía una bonita decoración, pero eso ahora no le llamaba la atención, ahora lo único que le interesaba era seguirla hacia la habitación, quería saber el color de sus sábanas y como contrastaba con el color de su piel. Cuando por fin llegaron, las prendas fueron cayendo una a una al suelo, hasta que lo último que cayó fueron sus cuerpos sobre el colchón.

Dos completos desconocidos, cuyo sudor destilaba deseo. Sus perfilados labios entreabiertos, exhalaban suspiros de ganas que él acallaba a mordiscos. Finalmente ella notó toda su longitud, él noto la humedad de su cavidad, disfrutaban del sexo despreocupado; preocupados por la vergüenza, se resistían a gemir, pero ambos lo sentían, ambos lo sabían.

Con la tranquilidad de que a la mañana siguiente estaría sola, le entregó todo, pero al terminar no sabía si tenía tantas ganas de preparar un solo café, estaba segura de que no quería que aquella fuente de calor que le proporcionaba su cuerpo se le escapara, quería volver a oír esa respiración rítmica y acompasada que tanta relajación le proporcionaba…

Al despertar aún seguían abrazados, al abrir los párpados, sus ojos se encontraron y con una sonrisa de felicidad en un susurro él le aconsejó:
-        ¿Y si la próxima vez tan solo quedamos para cenar?
Toda su respuesta fue devolverle la sonrisa y un beso.

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