Una vez que te acostumbrabas, el agua de la bañera no parecía quemar tanto. El vapor que ya había empañado el espejo y el cristal de la ventana, pasaba a empañarnos los pensamientos y sumirnos en una especie de estado de hibernación. Lo relajante del baño, se sumaba a la liberación de tensión durante las dos horas anteriores. Me encantaba quitarme las ganas así, empezando a toda prisa, para luego tomárnoslo con calma.
Con el agua ya tibia, y los dedos como pasas, decidimos volver a la cama. Un masaje, un beso, un te quiero
como colofón, para convertir una noche diferente en una inolvidable.
(nuestra bañera mola más que esa :P)
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