domingo, 11 de noviembre de 2012

Olfato


El olor a canela inundaba la habitación, envolvía cada libro de la estantería, la desmesurada cantidad de papeles encima del escritorio... Se metía entre tu pelo, jugueteaba entre las sábanas y se podía oler incluso en tus pechos.

Y yo, celoso. Es estúpido, pero sí... celoso. Porque ese olor te rodeaba como yo no puedo, ese maldito olor acariciaba tu anatomía como las yemas de mis dedos no pueden hacerlo. La verdad es que no sé si se puede estar celoso de un olor, pero es que hacía desvanecer el olor de tus gemidos, ocultaba el olor de nuestro sexo, el de nuestras caricias.

De repente una explosión; perfume a clímax que rebosaba y los cinco sentidos presentes: el tacto de tu piel erizada, los decibelios de tu orgasmo, tu cara iluminada de placer, el sabor del buen sexo, y... ese perfume.

No hay comentarios:

Publicar un comentario