domingo, 14 de noviembre de 2010

Susurrando deseos

Entre el barullo de gente, abrigados por una multitud, no paras de susurrarme lo que tienes ganas de hacer, lo susurras para no escandalizar a nadie. Nunca entendí por que el sexo causa tanto pudor. La aglomeración se disuelve, o somos nosotros que huimos, el caso es que nos encontramos con un océano de calma e intimidad y una cama mullida arropada por cálidas sábanas. Que mejor escenario, tampoco hace falta nada más, tú, yo y un lugar donde estar cómodos.

Parece mentira la facilidad con la que la ropa cae al suelo, la sutileza con la que se desatan cordones, se bajan cremalleras, se desabrochan los botones y se sueltan los cinturones. Mis dedos leen braille sobre tu piel suave, ardiente… Cumples el deseo que llevas recordándome al oído toda la tarde, bajas entre mis piernas y noto cada rincón de tu boca, tu lengua juguetona, me encanta que me pongas la mano sobre tu pelo, te encanta que te lo enrede mientras te guio, aunque no te haga falta dirección de ningún tipo.

No aguanto más, esto ha estado bien como tentempié, pero ahora necesito el plato fuerte; vamos a conseguir que los vecinos nos manden callar.

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